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Los millenials, necesitan papás líderes.

En esta época de encierro y de alta convivencia familiar debo decir que al inicio fue un reencuentro benigno, necesario y de ilusión, después si no cambió todo, si tuvimos que ajustar ciertas cosas…me refiero a la convivencia entre mis hijos y nosotros sus padres. Les cuento…mi hijo mayor estuvo en casa hasta hace 10 meses y salió vestido de frac hacia su boda, todo normal para nuestras creencias; mis dos hijas profesionistas y emprendedoras, en home office, trabajando desde las redes y teniendo que salir a pesar de todas las restricciones sugeridas; y mi esposa y yo encerrados por ser personas vulnerables.  Cuando no salen a trabajar mis hijas pueden estar con música, prendida la laptop y horas en las redes – yo solo conozco dos y mal uso, son para mantener contacto con los amigos y parientes lejanos – ellas dicen que están trabajando, vendiendo, atendiendo clientes, cerrando negocios, buscando proveedores, subiendo fotos…pero cada rato se ríen por los memes, por tik tok, platican sobre personas, eventos, músicos y demás; entre el trabajo, toman café, refresco, agua, comen de todo, en una palabra el tiempo de trabajo es – desde nuestro punto de vista – pura diversión…y muchas veces ¡trabajan en pijama!

Ellas insisten en que debemos unirnos a ese rol, es la nueva forma de hacer dinero y de vivir.

Nosotros, sus papás creemos que deben ajustarse a un horario, que tantas conexiones no les permiten concentrarse productivamente, creemos en el orden, en la constancia y en la presentación adecuada para enfrentar un turno de trabajo…somos empresarios, por eso no les recomendamos emplearse, pero nos encantaría que sintieran el rigor de un trabajo para que generaran hábitos.

En el consultorio de psicoterapia con mi esposa y en la oficina del coaching familiar recibimos este tipo de historias y muchas más “fuertes” que hacen que como papás nos preguntemos muchas cosas y nos angustien otras:

  • Los vemos con mucho amor, pero sentimos que todavía no maduran
  • Los sentimos indecisos en su proyecto de vida y no nos permiten ayudarles
  • Los educamos en valores y con muchas herramientas, pero no los vemos usarlas en su vida diaria
  • ¿Tanta es la diferencia generacional que estamos viviendo en el hogar?

Investigando con los expertos nos hacen saber que realmente estas diferencias entre generaciones son una causa muy importante de dichas desavenencias entre los hijos jóvenes y sus papás mayores.

Nosotros fuimos educados todavía en gran manera como educaron a nuestros padres, palabras clave eran rigor, fortaleza, estabilidad laboral, buenas costumbres, respeto y obediencia, miedo a los padres, noviazgos largos, cuidados, boda, permanencia en las relaciones, “aguante”, patrimonio, trabajo, trabajo y trabajo…

Las palabras claves para ellos son: trabajo –placer, emprender, flexibilidad, relaciones con posibilidad de cambio, tolerancia, diversidad, igualdad, cambio, vida equilibrada entre trabajo-relaciones-placer-amigos. “¡También tengo una vida!” es la frase de muchos jóvenes cuando se les aclara que deben trabajar mínimo 8 horas para ganarse un sueldo sin deducciones.

La pregunta que nos roba parte de nuestras reflexiones como padres es: ¿Cómo ser padres para ellos? ¿Cuáles deben ser las pautas que tenemos que sembrar en su conciencia para que lleven una vida «como debe ser”?

Podríamos trabajar desde el planteamiento de las preguntas que nos hacemos en nuestra función de padres y madres, que sería muy útil, pero estoy seguro que sea cual sea la mejor pregunta y la posible respuesta es que a los padres como nosotros, de nuestra edad y generación nos está costando trabajo –mucho en ocasiones- seguir influyendo en nuestros hijos a fin de que se ajusten, acomoden y encajen en nuestras formas.

Requiere de nosotros un gran esfuerzo, que por amor a ellos vale la pena…eso siempre lo hemos creído.

No pretendo generar una postura única, creo que nos ayudará más exponer algunas ideas cortas y claras que inviten a un diálogo y reflexión – con un cafecito de por medio –  que nos lleve a generar conclusiones propias, las pongo a su consideración:

  • Los hijos son hijos nuestros, pero a veces son más de su tiempo y generación.
  • Nuestras creencias de formación y educación no son necesariamente las mejores, está comprobado que los millenials mayores (30-34 años) están sacando la tarea adelante, son exitosos, buenas personas, independientes, libres, amorosos y con convicciones fuertes…pero diferente a las nuestras.
  • Ellos son parte de una nueva época de la historia de la humanidad, ellos son la primera generación del postmodernismo, nosotros la penúltima y última del modernismo. Si sirve la comparación, es como ver los padres de la última generación de la edad media con la primera de la edad moderna, en perspectiva fueron dos mundos diferentes. En cada cambio de época suceden cambios muy drásticos.
  • El mundo tecnológico en el que viven nuestros jóvenes está muy distante de la radio, tv, discos de acetato, grabadoras, fax y correos electrónicos que nosotros usamos en nuestra época de alta productividad. Y este mundo tecnológico y de las TICs están cambiando realmente nuestra forma de ver y vivir la vida.
  • Nuestro ser, pensar y hacer estuvieron gobernados por el “imperio de la razón”, ellos están siendo y haciendo en un mundo sensible, donde las emociones están ganando un lugar preponderante en su forma de relacionarse.

Nuestra batalla de guerreros, estoy convencido, va hacia el cambio de ciertos paradigmas, ideas, creencias y prejuicios, esto está, para un segundo café.

La que hoy quiero proponer es convertirnos en papás con dotes de líderes, es decir, la autoridad como la conocimos y ejercimos en sus primeros años con ellos está en riesgo de quedarse chata, no alcanza para mucho, la propuesta es convertirnos en líderes, es decir, aquellas personas capaces de influir, convencer, inspirar a los que nos toca guiar, con herramientas eficaces que al usarlas logren su objetivo. Hablo de:

  • Ver a nuestros hijos como los otros, no como proyecciones nuestras o personas que están para cumplir con nuestras expectativas…ellos son otros y estamos llamados a respetar su otredad…
  • No pueden sentirse manipulados con nuestras ideas, emociones, sentimientos, ni mucho menos chantajeados.
  • Ofrecerles preguntas que los lleven a generar sus propias respuestas que los convenzan de que ellos pueden lograr un proyecto de vida…a su paso y tiempo.
  • Aceptar que lo que ellos buscan y llaman felicidad no están dentro de los parámetros y formas que nosotros diseñamos para nuestras vidas y con muy buena intención para ellos. Son hijos de su generación y de una nueva época.
  • No escondamos nuestra vulnerabilidad como hombres o mujeres, ellos saben que convivir con alguien que se sabe imperfecto, es comprensible y agradecen la enseñanza de esa fortaleza, igual la flexibilidad, la compasión (acompañada con mucho respeto y libertad).
  • Hacerles saber que ellos son parte de nuestra historia, y que luchamos para que sientan y sepan que pertenecen a una familia.

En mis encuentros con muchos jóvenes de licenciatura alta y posgrados en los pasillos de la universidad, me abren su corazón y me repiten mucho:

“Siento que debo encajar en la casa con mis papás, pero me gustaría mucho más sentir que pertenezco a un hogar”.

Por último,  ¿Cuáles son los consejos que, a lo mejor todavía, nos pueden escuchar o tomar en cuenta para su vida?, tengo ideas, pero eso lo dejaremos para compartir un tercer cafecito…ya corro el riesgo de no dormir.

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